Ángela

17-2-2023

Animalitos y animalistas

Calcetines es lo más bonito del mundo. El perrito con cara de sorpresa como decía una señora; un duendecillo del bosque, lo más original que han dicho de él. Para la mayoría es un zorrillo. Calcetines se quedó a vivir con nosotros de forma accidental. Literalmente. Chari, amiga íntima sufrió un accidente y no podía hacerse cargo de él. Chari adoraba y adora a su perrito, pero las circunstancias obligan. Calcetines, con sus doce añitos era un perrito simpático y gracioso. Sigue siendo tan gracioso con sus diecisiete, aunque menos movido, claro.

Cuando paseas con un perro y sobre todo con uno tan particular, todo el mundo se para para decirle cosas. Qué gracioso, qué pequeñín, parece un zorrillo; pero hay unas frases que se repiten cientos de veces: son mejores que las personas, te quieren a cambio de nada. No sé cuántas veces las habré oído. Últimamente, les contestó lo mismo: Mi Calcetines es buenísimo, pero yo soy mejor. Le doy de comer, lo saco a pasear (es un callejero) aunque haga calor, aunque estén cayendo chuzos de punta y me duela la garganta, le pongo sus abriguitos (dos por falta de uno) y a la calle. Lo llevo al veterinario más veces (muchas más) de las que yo voy al médico, le compro su comida especial. Sólo vamos a sitios donde lo admiten. Hace años que no vamos a un restaurante en invierno, sólo lo admiten en las terrazas, y no en todas. ¿Viajar? No sé lo que es eso (tampoco me importa, la verdad). No lo podemos dejar con nadie porque no soporta estar lejos de mí. Yo sí que lo quiero incondicionalmente. El momento más feliz del día es después de comer. Mientras recojo los platos me espera impaciente en la puerta de la cocina, y en cuento termino se dirige corriendo al sofá donde nos tumbamos los dos y cuando ve la mantita, enloquece. No sé a cuál de los dos le gusta más ese momento ¿Me quiere él a cambio de nada? No lo sé. Es un animalito, no es responsable de nada, ni siquiera sé si sabe que me quiere. Pero sé que moriría sin mí.

Cuando les contesto, inmediatamente, todo el mundo salta como un resorte: yo también hago todo eso. Entonces, les digo, nosotros no somos peores que los animales. Ya, añaden, pero hay gente que los maltrata. Claro que sí, respondo, porque hay malvados que maltratan a los animales como los hay que torturan a niños, a ancianos, o a otros hombres y mujeres. Los malvados existen y nuestra obligación es acabar con ellos.

Los animales no son responsables de sus actos, los responsables de sus actos somos los humanos. Los animales no tienen derechos, somos las personas las que tenemos la obligación de cuidar de ellos.

El animalismo, la nueva religión, nos insulta como humanos que somos.

Hemos conseguido, al menos en las sociedades occidentales, la separación de la Iglesia y el Estado y con el animalismo, de nuevo la religión interviene en el Estado. Los animalistas presionan al Estado para establecer leyes que equiparan al hombre con el animal. De hecho, con la nueva Ley de Bienestar animal algunas penas son las mismas para personas y animales. Por ejemplo, producir lesiones a una persona que no

requieran asistencia médica está castigado con entre uno y tres meses de prisión, la misma pena que lesionar a un perro que no necesite asistencia veterinaria. Si cualquier animal vertebrado necesita ser atendido por el veterinario, la pena es de prisión de tres a dieciocho meses o multa de seis a doce meses. Cualquier animal vertebrado, de ahí los titulares en la prensa: matar a una rata a escobazos puede suponer dieciocho meses de prisión. Y no es mentira, la ley así lo ha previsto. Al animal más asqueroso de la tierra, que ha provocado epidemias a lo largo de toda la historia, ahora hay que cuidarlo como si fuera nuestro perrito faldero. Están locos. (Aviso a las ratas: ni se os ocurra entrar en mi casa, y menos acercaros a Calcetines, porque me paso la ley paso por el forro).

Sin embargo, por otra parte, nos obligan a castrar a nuestros animales domésticos al tiempo que nos prohíben criarlos. Si quieres un animal, por narices tienes que ir a dónde digan las autoridades, o sea, a cualquier ONG subvencionada por el gobierno. Y encima a partir de ahora habrá que pagar a todos los amiguetes que colocarán en los centros que crearán para el control perruno y gatuno. Claro que si los hijos no son de los padres, ¿por qué van a ser nuestros los perros? Tendremos perro cuando el gobierno quiera y el que pueda el seguro obligatorio impuesto después de realizar un curso y un test que nos declare idóneos para tener el animal. Las multas por no hacer el curso pueden llegar a los 10.000 euros.

El Estado interviniendo hasta en lo más íntimo de la vida de las personas.

Lo más esperpéntico de la nueva ley es que la zoofilia deja de ser delito. Resulta que los animalitos son seres “sintientes”, y por eso tienen derechos, pero no en cuestiones sexuales. Un pervertido puede hacer lo que quiera con un perrito y mientras no le cause lesiones no es delito. ¿Acaso le preguntan al perro, a la gallina, a la oveja o al burro si quieren que se los follen? En ese caso, ¿ni sienten ni padecen? ¿No tiene derecho la cabra a decidir con quien se aparea? Todas las perversiones les parecen bien a estos izquierdistas de pacotilla. Si la ministra dice que “un niño, niña o niñe puede mantener relaciones sexuales con quien quiera, siempre que haya consentimiento”, con lo cual, los perversos con capacidad de convencimiento pueden mantener relaciones sexuales con niños, ¿por qué los perversos no van a poder mantener relaciones sexuales con un pato? Se trata de hacer pasar las perversiones como la cosa más natural del mundo. Para los perversos, todo está permitido. (Aviso a todos los perversos del mundo, ni se os ocurra acercaros a Calcetines. Yo por mi Calcetines MA TO).

Estos izquierdistas de pacotilla que nos gobiernan son, además de imbéciles, unos amorales. Y todavía habrá gente que los vote en las próximas elecciones.