e. e. cummings
(Cambridge, Massachusetts, 14 de octubre de1894 – Madison, New Hampshire, 3 de septiembre de 1962)
Nadie, ni siquiera la lluvia
En algún lugar al que nunca he viajado,
felizmente más allá de toda experiencia,
tus ojos tienen su silencio:
En tu gesto más frágil hay cosas que me encierran
o que no puedo tocar porque están demasiado cerca.
Con una ligera mirada me liberas.
Aunque me haya cerrado como un puño,
siempre abres, pétalo a pétalo, mi ser,
como la primavera abre con misteriosa destreza su primera rosa.
O si deseas cerrarme, yo y
mi vida nos cerraremos muy hermosa y súbitamente,
como cuando el corazón de esta flor imagina
la nieve cayendo cuidadosamente por doquier.
Ángela
A las diez en casa
A las diez en casa era la frase que todas las madres nos decían a las chicas cuando de adolescentes salíamos los domingos a pasar la tarde con las amigas. Era una frase clara y contundente que admitíamos a regañadientes, primero, y después no estábamos dispuestas a acatar. El enfrentamiento era continuo. Si llegabas tarde, el domingo siguiente estabas castigada, pero aun así, no respetábamos la orden. También es verdad que normalmente se quedaba sólo en amenazas.
Por fin, a cierta edad, nos quitamos la maldita frase de encima. Ya éramos mayores y podíamos retrasarnos un poco más.
Y ahora, a estas alturas de la vida, viene el gobierno a meternos en casa a las diez. Porque eso es lo que pretende Pedro Sánchez con esta ley que, como todas, se ha sacado de la manga.
Nunca he pasado miedo en el centro de Madrid. Sea la hora que sea, la ciudad está inundada de vida con todos esos escaparates encendidos. Jóvenes y viejos se pasean por sus calles como si fueran las cinco de la tarde. Sólo había un momento malo cuando salía por la noche y volvía al barrio después de dejar a las amigas: el recorrido del metro a casa. Ahí si pasaba miedo porque los pocos comercios del barrio no dejaban las luces de los escaparates encendidas. Sólo las luces de las farolas alumbraban el camino. Cuando las luces se apagan, la ciudad da miedo.
Todos los amigos que vienen a Madrid se sorprenden de la cantidad de gente que se mueve por sus calles, sea la hora que sea. Y esto no es nuevo, viene de muchos años atrás. Hace años era más chocante todavía. Los amigos que vivían en París, por ejemplo, llegaban aquí y no entendían cómo a las doce de la noche y la una y las dos de la madrugada el centro de la ciudad estaba tan concurrido. Lo que más les llamaba la atención es que no se trataba de jóvenes solamente, también había gente mayor paseando. “¿Pero cómo es posible? ¿Qué hacen en la calle a estas horas?” “Han salido del teatro, del cine, o de cenar y se están dando un paseo antes de volver a casa”, les respondías. Es normal. En París, en Roma eso no lo veías nunca. Al cerrar los comercios la gente desaparecía como por ensalmo; quedaban algunos jóvenes y poco más.
Así es que tenemos la orden de volver a casa a las diez y si no castigarán a los comercios con multas absurdas por exageradas. Nuestras madres eran más sensatas hasta con los castigos. Sabían que no se pueden pedir imposibles porque nos podíamos revolver.
Pero es que estos han venido a cambiarnos la vida. No sólo nos quieren más pobres (y lo están consiguiendo), nos quieren cambiar las costumbres. Nos quieren domesticados. Por eso el presidente no se quita a chapita de la Agenda 2030, la de “no tendréis nada pero seréis felices”, para que quede claro que va a cumplir las órdenes a rajatabla.
Me imagino a estos piezas reunidos dentro y fuera del Consejo de Ministros, con el jefe, corbata en mano para ahorrar energía (también se la quita en el Falcon) al frente, diciendo:
Lonnie Johnson
(8 de febrero de 1899 en Nueva Orleans - 16 de junio de 1970 en Toronto, Ontario, Canadá)
Cantante de blues y guitarrista pionero de blues y jazz. También tocaba el banjo, el violín y el piano.
Another Night to Cry
Yes
Well, another night to cry
Baby, just cryin' over you
Well, I've got another night to cry
Another night to cry over you
You hurt me so bad and so long
And there's nothing I can do
I'm so in love with you
And you know it, and I can't help myself
Yes, I'm so in love with you
And you know it, and I can't help myself
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